Previos llamados y saludos, Garcia, el Zorrito y yo quedamos en encontrarnos en el Soul Cafe. Esa noche , el RRPP Gaby Alvarez se movía entre la gente con el aplomo de los bendecidos. Tras arrebatarles los instrumentos al grupo Turf, nos trenzamos en una jam cuya longitud competiría con la de la Gran Muralla China. El Artista sugirió un hit tras otro, ante un publico reducido cuyo inusual evento tomó por sorpresa. “Esto es lo máximo, chicos, hay que repetirlo, toquemos en el Roxy y rompamos todo”, dijo Charly al despedirnos en la vereda de Baez al 200, mientras por los parlantes sonaba “Groove is in the heart” de Dee-Lite.
Poco costó organizarlo y podríamos preparar el repertorio allí mismo. El nuevo The Roxy de los bosques de Palermo era inmenso. Llegue a las tres de la mañana, la singular hora pautada de nuestro primer ensayo. Fabian, a un costado, hablaba por su teléfono celular. Divisé a Garcia sobre el escenario , dando directivas con amplios gestos. Al verme atravesar el recinto vació, dijo por el micrófono, impostando su voz: “Ok, whatever, esto es muy high: vos sos el dueño de España, vos sos el de Las Cañitas (señalándolo al Zorrito) y yo soy el Emperador del Universo...¡y estamos ocupadísimos!”. Estando todo listo y cableado, de improviso ordenó un armado diferente: “pongan la batería adelante y a un costado, del otro lado van mis teclas y el Zorri en una tarima, al centro y más atrás”.
Las tres madrugadas consecutivas de ensayos me hicieron olvidar cómo era dormir en una cama. El jueves 26, el día del concierto, llegué al apartamento de Coronel Diaz. Me abrió la puerta Santiago Zambonini, mi amigo de la infancia, que otra vez trabajaba con Charly. El líder quería que llegásemos al Roxy “como verdaderas estrellas”, a bordo de una limusina blanca. En su habitación sonaba Adiós Sui Generis a volumen infernal. “Juan Rodriguez mata, quiebra los ritmos como Keith Moon!”, gritó mirándome, haciendo la mímica de esos pases y fills de tom-toms y luego quedándose estático, haciendo la “V” con dos dedos al estilo hippie.
El vehículo de lujo nos dejó en la avenida Casares y Sarmiento, bajo el puente ferroviario verde. Anunciados como No Girls, comenzamos con “Parte de la religión”. “este es uno de los temas que más me gusta tocar”, dijo al anunciar “Con su blanca palidez” de Procol Harum. “El rap de las hormigas”, “No voy en tren”, “Mientras miro las nuevas olas”, “Peperina”, “Viernes 3 AM” y “Adela en el carrousel” dieron lugar a covers Stones como “Dejalo sangrar” y “Rain”, así como luego abordamos “A hard days night” de The Beatles. “No tocamos con Piazolla, no tocamos con Pugliese, pero tocamos con Samalea...estamos acá por él, ironizó antes de que hiciésemos una versión de “Influencia” con bandoneón. Continuamos con “tribulaciones, lamentos y ocaso de un tonto rey imaginario, o no”, la canción de Sui Generis, que nunca habíamos reflotado hasta entonces. Fue electrizante escuchar su voz encarnando al rey destronado por “ellos”, por un pueblo que pedía comida al grito de “¡Revolución, revolución!”
Durante esas cuatro horas hubo muchísimo espacio espacio para revisitar a Sui Generis, Serú Girán o La Maquina de Hacer Pájaros, y hubiésemos tocado mas de haber él integrado otro grupo. Es extraño lo que impulsa a la gente a realizar un concierto de semejante duración. !De habernos quedado en el camarin charlado entre amigos con bebidas frescas, no hubiésemos terminado transpirados como luego de una maratón atlética!
Envueltos en toallas, con un sol furioso en lo alto, volvimos a ocupar la limusina blanca hasta Coronel Diaz y Santa Fe. Desde allí transbordé un taxi hasta Palermo, pero no para dormir sino para ordenar mis maletas a toda velocidad. Aún resonaba en mis oídos el “Bailando a través de las colinas” del coro final, pero debía apurarme ya que en tres horas salía el avión rumbo a España. “La vanguardia es así”, recordé.
“Mientras otros duermen” Fernando Samalea. Edit. Sudamericana
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