También en Nueva York, vivía otro amigo argentino: el artista Mariano Airaldi. Como él siempre fue muy moderno, nos propuso hacer un show en una casa de velatorios que había rentado para transformarlo en un espacio dedicado a las perfomances. A Charly le gustó la idea y armamos versiones de los temas para tres músicos. Airaldi hizo afiches y los pegó por varias paredes de Manhattan: “Charly Garcia at EFH this friday”, decían. Caminábamos por distintos barrios del Downtown y los veíamos en todos lados. Con las ironías del caso, ya que se trataba de un lugar donde podía haber espíritus y energías especiales, tocamos un show donde se destacaba el estreno de una canción: “De mi”. Habia prensa y gente de MTV filmando el recital para pasarlo en la hora semanal que tenían en español. Entre el publico, en el que habían muchos argentinos y algunos latinos, se encontraba alguien a quien quiero mucho, un hada madrina espiritual: Ludovia Squirru. Ella es muy amiga nuestra y esa noche la invitamos para que nos protegiera, ya que algún espíritu de la sala velatoria podía estar esperándonos para llevarnos. Con su presencia, todo salió bien. Ella conocía a Charly desde antes, incluso aparece en el videoclip de “Estoy verde”, bailando con Fito Paez y otros personajes.
Esa noche, después del show, nos quedamos en la vereda charlando por un largo rato de lo increíble de tocar en ese lugar, de lo generosa que había sido la vida con nosotros, del “gato de metal” (signo de Charly en el horóscopo chino) y de los “caballos de fuego” como yo. Era pleno verano y hacia mucho calor. Yo andaba con unas chancletas Converse que uso desde entonces. Fue ahí que ella observó un problema que tengo en mi pie derecho. La cuestión fue que, Ludovica, en un momento de intensidad emocional, agarró mi pie derecho y lo empezó a masajear...En el medio de la calle! me decía que mi pie necesitaba mucho amor para ponerse mejor y no lo largó por una hora mientras lo acariciaba. Cuando ya estaba durmiendo en lo de Alfi, muerto de cansancio después de semejante noche, sentí un dolor punzante en el pie. Cuando me levanté, no lo podía apoyar. Estuve así por dos días. Cualquiera que haya viajado sabe que es imposible estar en Nueva York sin poder caminar. . Algo falló con ese amor que le diste a mi pie, querida Ludovica.
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