“Esa misma noche, pulsé el timbre en Mateo Lopez 6, donde estaba el estudio Red Led. Al vernos a través de la pecera, el Artista puso sus dedos en “V” y yo levanté mi puño derecho. Él tenía sus pelos revueltos hasta los hombros, la cara pintada de rojo, cual emblema de las extravagancias, y fue intercalando distintos lentes: redondos, plateados o anaranjados. Los comentarios sobre su salud eran alarmantes, aunque siempre escapaba con estilo del molde de quienes parecen tener alrededor a sus sepultureros, palas en mano.
Junto al ingeniero español Marcos Sanz, estaba grabando innumerable capas de voces, que en ese momento sonaban al mismo tiempo ¡Con letras distintas! Cuando los cuarenta y ocho canales se agotaban, ni lerdo ni perezoso, nuestro Héroe Nacional ordenaba mezclas en estéreo y volvía a registrar infinidad de instrumentos en los restantes cuarenta y seis. Durante las tomas, cambiaba de sonidos de teclado varias veces, mirando el display con su cabeza inclinada y apretando un botón con el dedo indice doblado, mientras continuaba tocando con su mano izquierda.
Para distraerme, fui recorriendo el estudio: era de estructura moderna, con techos vidriados, iluminación de avanzada, plantas exóticas y escaleras con barandas rojas. “Bjork y Sting vienen seguido, chaval”, me comentó un asistente al pasar.
- ¡Nandinho! Vení que hacemos “Tu arma” - gritó Charly, asomándose al vestíbulo con su remera deshilachada de Kurt Cobain.
Al sentarme en la batería, pónerme los auriculares y escuchar la música, comprobé que la referencia rítmica era inaudible, casi nula. ¿De dónde iría a agarrarme para tocar? Solo se podía apelar a la telepatía. Ademas, la paciencia de Charly era mínima: habría una única toma posible. Según él, todo estaba “genial” y “ya estaba”.
Mientras se ajustaba algún detalle técnico, charlamos a través del talkback.
- ¿Cual fue la primera peli que viste? - le pregunté con curiosidad.
- ¡Guauuuuu!...Lili, un musical con Leslie Caron. Me aprendí partes en el piano. Pero los muñecos de la pantalla me aterraban. Hitler, en cambio, me parecía una estrella de rock, con todo ese mambo freak.
- Esa no la vi. ¡No había nacido! - contesté.
- Yo usaba capas y me deformaba la cara con plastilina. ¡Pianos y candelabros, sí, señores! Dale, loco, que pasa?
- Vale, hombre, es que no me llega el canal de la caja - dijo Marcos.
- Whatever, entonces acercate que te hago escuchar “Con su blanca palidez”, el de Procol Harum - me dijo
- En serio grabaste ese tema? - le contesté sorprendido, apoyando los palillos sobre el cuerpo del bombo y levantándome.
- Mas bien...Stravinsky decía que los grandes compositores roban, no toman prestado...je je je...
en otras ocasiones, Garcia parecía extremadamente calmo. Se confesaba como en una sesión psicoanalítica, recostado en algún sofá: “Yo aprovechaba los viajes en colectivo para componer. Sacaba un papelito, dibujaba las cinco lineas de un pentagrama y escribía la melodía. “Un hada, un cisne”, la de Sui, la escribí en una servilleta, sentado en el asiento de la rueda. Encima, me animaba con temáticas que ni conocía: cuando hice “Quizás, porqué”, todavia no había estado con una mina, e imaginaras que “Cuando ya me empiece a quedar solo” es fantasía pura, you know?”
Se lo veía entusiasmado en esta nueva etapa, que planeaba titular “El Aguante”. Habia hecho covers de The Byrds, Small Faces, David Lebon y Chuck Berry (“Correte Beethoven”), ademas de reflotar “Tu arma en el sur” y “Lo que ves es lo que hay”, dos canciones antiguas. “La gente tiene sueños recurrentes, yo tengo melodías recurrentes”, justificaba con sorna”
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