“Ese viaje a Nueva York de 1985 sirvió para que surgiera el disco Tango 1. La historia empieza así: se murió mi abuela paterna y había quedado una plata, que mi vieja repartió entre mi hermano y yo. No sabía que hacer con esa guita, pero cuando volví a mi casa le comenté a Andrea, mi primera mujer: “Che, Charly me propuso ir a Nueva York”. “Si te paga el pasaje...”, empezó a decirme, a lo que le respondí: “No, pero está la plata de mi abuela y yo pensé que por ahí voy y aprovecho para hacer algunas cosas”. Andrea, como siempre, me dijo: “Me parece bárbaro”. Ahí paré en la casa de Marteen Andruet, un amigo de Andrés Calamaro. A los dos o tres días llegó Charly, que se hospedó en el Washington Square Hotel, un emblemático hotel del rock. Andábamos mucho de aquí para allá, salíamos a la noche, íbamos al Limelight (una antigua iglesia devenida disco, donde te cruzabas con personajes como Iggy Pop o Steve Stevens, el guitarrista y productor de Billy Idol) que en ese momento estaba on fire.
Una noche fuimos a visitar a Pedro Aznar a su departamento, muy nice, muy cute. Era una noche nevada desde todo punto de vista. “Che, podríamos hacer algo, tengo unos temitas, unos bocetos, por ahí te los muestro”, dijo uno. Y el otro: “yo tengo algunas cosas que quiero grabar”. “Vamos a tomar un sake”, sugirió alguien. Calenté la botellita y se armó ceremonia sake. “Dame el teléfono y llamamos ya mismo a Joe Blaney”, propuso Charly. Esa noche, entre sake y sake, fueron armando las estructuras de los temas, viendo qué tenía cada uno, y así se gestó Tango 1.
Uno o dos días después fuimos a Secret Society, un estudio que nos había recomendado Blaney. En Tango 1 yo no grabé, era asistente de producción. Llegamos al estudio con las anotaciones de la primera noche nevada y yo le iba marcando a Joe cómo habíamos planificado cada cosa. Charly conoció a Joe Blaney en un viaje anterior, cuando estaba grabando el piano de “Los Dinosaurios”, del disco Clics Modernos (1983), y quedó alucinado con el sonido logrado. Blaney entendió con claridad meridiana lo que pretendía Charly; además de aportarle un sonido muy verdadero, lo bancó y logró darle un orden.
“Rec & Roll. Una vida grabando el rock nacional”. Mario Breuer. Aguilar. 2017
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