“ La grabación de Serú ’92 fue algo muy fuerte -rememora David.
- Tengo entendido que estuvieron algo así como un mes encerrados...
- Fue terrible porque estábamos todos peleados con todos.
- ¿Y cómo fue que lograron juntarse cuando estaban todos peleados?
En realidad primero nos juntamos y después nos peleamos. O sea: la idea empezó en el ’91. Yo estaba en Miami, Pedro estaba con Pat Metheny, Charly no sé si estaba internado o andaba por ahí, y Morito, bueno, esperando algo. Entonces empezamos a hablarnos por teléfono. Yo tenía mucho miedo de que la gente pensara que nos juntábamos por la plata. Y no quería hacer un revival: quería hacer algo nuevo. Entonces la idea, para que no pareciese un revival fue hacer un disco antes. Un disco con temas nuevos de Serú para no ir al estadio a tocar sólo temas viejos. Y cuando llegamos acá -abre los brazos con las palmas hacia arriba, levanta la mirada al techo de la sala- Charly estaba... no sé si mal o bien, no sé cómo decirlo, estaba...
-Como estaba - digo en una suerte de sobreentendido porque David, el gran David, es obvio, se resiste a pronunciar cualquier afirmación que tenga la forma de un juicio taxativo.
- Con un estado -cierra, críptico-. Pedro estaba con otro, Capitán Titarelli, Moro, estaba con otro y... cada uno venía de su historia. Yo venía de Miami. Así que empezó a haber roces y cuestiones, que este tema no, que esta canción sí, que papapá. Gustavo, pobre, ya no daba más.
- ¿Gustavo fue el técnico de grabación?
- No, él no fue el técnico, pero él estaba. Y los técnicos, pobres, no sé dónde estarán ahora. Internados, no sé. Lo que pasa es que los técnicos pueden laburar si se respeta cierto horario y Charly es un tipo que te tenía las veinticuatro horas despierto, viste, porque no paraba. Era “sigamos y sigamos y sigamos”.
- ¿Y ustedes podían acompañar ese ritmo?
- No, grabábamos de a pedazos. Pedro y Charly incluso tuvieron una pelea muy fuerte, el resto del disco no pudieron terminarlo juntos. Entonces, en un momento dado, lo invitan a Charly a participar de un festival de música, en Francia. Cuando nos enteramos de que se va, dijimos “¡Yes! ¡Buenísimo, boludo! ¡Nos queda el estudio para poner todo lo nuestro tranquilos!”. Hasta los plomos estaban contentos. Pero resulta que el flaco llega al aeropuerto y se compra un poncho, un mate y una botella de Jack Daniels. Se pinta la mitad de la cara con la bandera francesa y la otra mitad con la bandera argentina: así sube al avión. Sube al avión en pedo y dice: “Ustedes son todos unos pelotudos, yo soy el mejor de todos”. Y bueno, obviamente, el capitán del avión dijo: “Este muchacho no viaja”. Lo bajaron. Después se escapa del remís en el que lo llevaba Quebracho, su asistente, y se sube a un auto... de cualquiera... podría haber sido el tuyo ponele. Saca el casete que estas personas estaban escuchando, pone el de Serú Girán y les dice: “Llévenme al Cielito”. Nosotros estábamos acá, en plena grabación, cuando de repente aparece. No lo podíamos creer. Cada uno hizo chu, chu, chun y desaparecieron todos. Gustavo estaba ahí -señala un rincón del estudio de grabación- levantando cintas para guardarlas bajo llave porque no se sabía, viste, si el flaco las podía llegar a quemar, estando él cualquier cosa podía pasar. Y Charly, que venía feliz, en tren de joda, pensando que se trataba de un plomo de él llamado la Bruja, va y le pega una patada en el culo a Gustavo. Gustavo estaba así -hace un gesto con los puños y los ojos cerrados, como de furia contenida- y se da vuelta como diciendo: “Escuchame, gil, qué te pasa”. Después me dijo: “no le pegué porque era Charly”. Otro día eran las ocho de la mañana y estaba Moro, totalmente en pedo, diciéndole al jardinero -tuerce la boca y arrastra las palabras- “apagá la máquina”. Y Charly con un micrófono haciendo así -hace con el brazo un gesto de revolear algo, como boleadoras, por ejemplo- en el parque, para dar un efecto a no sé qué canción. Y yo los vi y dije: “estos están todos locos”. Para que yo lo diga, imaginate. Bueno, así era más o menos el clima de la grabación. Ahora, vos escuchás el disco y está buenísimo.”
David Lebón
“Del Cielito. El sello del rock”. Candelaria Kristof. Inamu. 2017
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