“Garcia se había comprado, hacia poco, un ciclomotor Juki color blanco, que manejaba de forma no precisamente convencional. La ideas de que podía montar esa motocicleta y sobrevivir o no romperse un hueso era una opinión que solo él mantenía vigente”
“Subí y vamos a Fire”, dijo. Amarrado como pude al asiento y haciendo palanca contra los pedalines, transitamos a toda velocidad por el trayecto de la Avenida Alcorta que atraviesa los bosques de Palermo, sin luces delanteras ni mucho menos traseras, pelos al viento, exentos de cascos, entre autos que zumbaban por ambos lados. Contra todos los pronósticos, llegamos sanos y salvos al local cercano al Estadio de River Plate, donde lo estaba esperando Pedro Aznar. Tras dejar la Juki amarrada a un poste, con una cadenita de milímetros de grosor que hasta el mas inexperto ladrón hubiese logrado violar, vimos a Pedro en medio de la pista, bailando sobre el ritmo pop que atronaba de “And she was”, la difundida canción de Talking Heads.
Lo habitual de la noche para entendidos, , después de Fire, era ir a Fredoom de Avenida del Libertador y Paroissien. O quizás a Rainbow, en Sinclair y Segui. por supuesto que yo no era el único copiloto de la Juki. Charly me contó que una vez había llevado a una chica y su vestido de lino se engancho en la rueda trasera, y se fue descociendo centímetro a centímetro al andar. Terminó desnuda en plena calle, protegida de miradas indiscretas en un umbral, mientras algún curioso le pedía autógrafos a Charly!”
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